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Nueva adquisición: San Esteban de Buño (La Coruña).
10-11-20
El nuevo cántaro (Sella) de San Esteban de Buño (La Coruña), pasará a formar parte de las piezas expuestas en el Museo con el nº 851.

 

Un nuevo cántaro (Sella) procedente de San Esteban de Buño (La Coruña) con el nº 851 pasa a formar parte de las piezas expuestas en las estanterías del museo.

 

  No es posible determinar la antigüedad de la alfarería en las aldeas gallegas, Luciano García Alen señala que su mayor expansión se produce en el transcurso del siglo XVII y XIX. Pero es lógico suponer que su comienzo debió ser anterior a la datación documental.

  La primera reseña bibliográfica sobre Buño nos dice, que sus comienzos alfareros debieron ser anteriores a la Cédula Real del año 1679, en la cual hay una información referente a unos alfareros  de esa «aldea» que construyeron caños de barro para la conducción de aguas de la ciudad de La Coruña (García Alen. L 1983). Larruga en 1799 nos dice que en el lugar de Buño, jurisdicción de Bergantiños, había setenta vecinos dedicados a fabricar «una loza muy ordinaria». En 1804 Lucas Labrada en su “Descripción económica del Reino de Galicia”, nos cuenta que en los mercados de La Coruña, se vende abundante «loza» de la parroquia de Buño en las ferias anuales. A mediados del siglo XIX, MADOZ nos habla «que su principal industria era la alfarería cuyo producto se vendía fuera y dentro del país». Durante el siglo XIX y XX, hubo mucho intercambio de ideas entre alfareros de distintas aldeas gallegas, así los alfareros de Buño pasaron por los talleres de Bonxe y viceversa. Otros fueron a Betanzos, Ares, Narón y otros lugares, ocasionando formas híbridas en la alfarería (García Halen. L 1983). En el siglo XX, hasta los años cuarenta, sus habitantes vivían principalmente de la actividad alfarera, podría haber más de 100 casas en las que se trabajaba el barro, siendo escaso el número de los que no tenían dos o tres hornos. J.M Vázquez Varella nos dice que trabajan 120 alfareros, número que se había reducido a 22 alfares en 1980 con 26 alfareros u «oleiros» como se autodenominan. Sus apellidos seguían ligados a los antiguos alfareros Añón, Camaño, Varela, Cambre, Calvete, Gorín, Mourón, Pereira... Su declive comenzó en la época de la posguerra al comenzar a fomentarse el uso de la porcelana o el plástico. Aunque en los últimos años del siglo XX resurgió un interés especial por la vieja artesanía y se han mantenido vivos algunos de sus talleres alfareros, pero se ha perdido gran parte de sus vasijas tradicionales en favor de nuevas formas.

  Como en la mayoría de los obradores gallegos, se solía utilizar varios tipos de barro, pero en épocas más recientes solo dos clases, uno en mayor proporción y de mayor plasticidad «lija» y otro arenoso desengrasante «da soltura» para dar soltura a la mezcla. Dentro de los barros de «lija» se podían usar dos clases uno amarillento en crudo que se vuelve pardo al ser cocido para vasijas y loza ordinaria y otro de color grisáceo en crudo que se vuelve amarillo al ser cocido para la loza fina.

  En los talleres había varios tornos o «rodas», clásico de madera, de eje alto, en los que trabajaban todos los barones de la familia. Las mujeres colaboraban en el transporte del barro desde los pozos, lo pisan y colaboran en las labores de decoración, la cocción y en la venta.

  Para cocer los cacharros, utilizaban hornos tradicionales de forma cilíndrica interiormente, de unos tres metros de diámetro, dos de altura y planta ligeramente rectangular exteriormente. Eran construidos de piedra, abiertos por arriba y posteriormente fueron recubiertos de ladrillos por dentro. Antiguamente algunos fueron comunales y algunos lo han seguido siendo hasta los últimos tiempos como el de Os Mourons y uno en A Costa.

  Adornaban los cacharros con dibujos de una o varias líneas incisas rectas u onduladas o pintados utilizando un barro blanco u oscuro para que resaltara más sobre las piezas, también se podían combinar las dos técnicas y realizar finos relieves. Muchas de las piezas iban vidriadas parcial o totalmente para impermeabilizar, para lo que utilizaban galena en polvo de linares para el color melado y óxidos de cobre y hierro para los tonos verdosos y rojizos respectivamente.

  Su producción conservó el carácter utilitario de la comarca: Ola, pucheiros de varios tipos, tarteiras, sellas, barreños,  cazolas de varios tipos, cazolos, nateira, xarros, pota de varios tipos, tiestos, chocolateras, fuentes, platos, cachaleiras, tazas o cuncas, botixo de roda, etc.

  En Buño el cacharro más tradicional para el agua era la Ola o pucheiro de 12 litros «ola do fonte» y otro más pequeño de 8 a 10 litros «pucheiro de mono» (Ver pieza expuesta museo nº 102 del alfarero Jesús López Lema). Aunque no de muy antiguo, para el almacenaje del agua, también se fabricaban Sellas, que eran una imitación en barro a las de madera, las mejores las de madera de tejo y sujetas con «arcos dorados». Las de barro iban ricamente decoradas con un baño de «galena de linares» por su interior y toda la superficie exterior. Estas sellas hechas de barro eran más baratas que las de madera y guardaban mejor el agua sin tomar el sabor a madera.

  Tipología de la Sella: Forma Troncocónica, barro pardo claro. Dos asas circulares rectas que salen un poco debajo de la boca y se insertan en el centro del cacharro de forma remetida al haberse pegado de abajo arriba. Boca con un labio estrecho redondeado. Base muy ancha. Vidriada totalmente, interior y exteriormente. Decoración imitando las bandas de las sellas de madera e incluyendo los tornillos. Tapa cónica con adorno en el extremo, vidriada exteriormente y decorada con líneas rectas descendentes.

Las medidas de la sella son: 320 mm de alto, 270 mm de base, 182 mm de boca y 184 mm de cuello.

Localidades con sellas similares por su forma: Mondoñedo, Bonxe – Outeiro de Rei (Lugo), Tameiga – Mos (Pontevedra).

 

CIV.- 211

 


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