Alambrado:

Consistía en forrar la vasija con una especie de tejido de alambre más o menos tupido, que le daba mayor solidez y resistencia.


Lañado:

Era arreglar una vasija rota o rajada mediante grapas que primero fueron de forja y después de alambre, algo más fuerte que el empleado para el alambrado. Se empleaba un “perforador”, alicate, alambre y una pasta para cerrar herméticamente las rajas de dicha vasija.

Para terminar la reparación, después de colocar las grapas, untaban en la grieta una mezcla compuesta de cal viva y sangre de cebón que recogían del matadero.

Parcheado:

Consistía en repicar a un lado y otro de la rotura una franja que después era rellenada con distintos cementos de unión. El parche podía ser de plomo, de cera, de pasta selladora o de cemento.


Chapado:

Cuando el desperfecto era de mayores proporciones se recurría a la colocación de una chapa (normalmente procedente de una botella de bebida) a ambos lados del agujero que se aproximaban tensando con un alambre que unía ambas.

Entre ambas chapas para crear estanqueidad se aplicaba una pasta hecha como en las grapas.