No puedo (por no saberlo) demostrar que desde la formación de la primera vasija en el Neolítico, el hombre obsequiara a su pareja con algún cacharro para sus primeras necesidades, pero estoy convencido
J. MANUEL PRADILLO.
Así llamado por ofrecérselo los mozos a sus novias en señal de compromiso, ya que ello implicaba que la moza pronto cambiaría el destino del agua porteada, desde la fuente a casa de sus padres, para llevarla a la que sería su propia casa.
En algunas zonas era la familia de la novia la que costeaba el ajuar donde iba incluido el cántaro que para sus poseedoras era un orgullo tenerlo y exhibirlo. Todo el ajuar se colocaba antes de la boda en el portal de la casa en un lugar de honor para que los vecinos desfilasen por la casa para admirarlo. En algunas localidades, en lugar de cántaros, se regalaban olla o pucheros de novia.
El cántaro siendo su morfología similar a la forma que se hace normalmente, su originalidad estriba en la rica decoración incisa, excisa o pintada que llevaba en el cuello y en la parte superior del cuerpo, realizadas con la propia tiradera, que constituye el “festoneado” y estando en la mayoría de los casos totalmente vidriado. Una airosa tapadera remataba las piezas a modo de corona, con una decoración similar al cántaro.
